Cuando a una persona le diagnostican de linfoma o mieloma surge una situación de gran impacto emocional, que es muy compleja, pero que es preciso afrontar.
El resultado de las pruebas, la información que se recibe, casi siempre de difícil comprensión, y la implicación en la toma de decisiones sobre el tratamiento van a llevar a situaciones muy estresantes.
El tratamiento de la enfermedad (quimioterapia, cirugía, radioterapia) será lo que más afectará a la calidad de vida en los primeros momentos (caída del pelo, náuseas o vómitos en ocasiones, disfunción sexual, etc)… aunque puede haber otros más: desplazamientos, baja laboral, incertidumbre en el empleo y los estudios, imposibilidad de cumplir con el trabajo doméstico, aumento de los gastos, etc. Estos problemas se resolverán en pocos meses. Después, será en muchos casos el pensamiento en la recaída de la enfermedad el factor que pueda producir mayor tensión.
Será importante esforzarse en mantener las relaciones afectivas interpersonales en los ámbitos familiar y social. Hable con sus seres queridos. Hable con su médico. Participe en grupos de ayuda. Y si es necesario, consulte con un psicólogo, asistente socio-laboral o sacerdote. El cáncer es una experiencia que cambia la vida, los intereses y las prioridades. Cosas que antes tenían importancia, ahora la pierden. A partir de ahora hay un antes y un después.
El estado psicológico del paciente así como el de sus familiares y cuidadores (autovaloración, ansiedad, depresión…) será una parte muy importante en el afrontamiento de la enfermedad.
Bibliografía
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García Nieto A. Problemas psicosociales de los supervivientes de cáncer. IV Congreso AEAL para afectados por linfomas y mielomas. Madrid 2009.
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